viernes, 21 de agosto de 2009



Dos patos

Sobre el sonido de dos patos que suben
en su vuelo hacia el caos, en la tormenta,
con las cuerdas de un navío que tensan
los tonos de una voz.
Hermosos, amarillos, débiles a la luz del sol.
Quien fuma mientras pasan traslúcidos:
los comparamos con el dorso de unas manos.
Podemos quedarnos acá todo el día, verlos
pasar como una percepción cambiante
que la luz nos regala de uno en uno.
Cruzan el sol, espejean, quedan como restos
después de tapar la luz por un segundo.
Serán plumas. Calcinadas y azules.
Partículas de huesos y filo de picos llegando
hasta nosotros sin decirnos nada especial.
Porque así era fijarse en la línea del horizonte
donde las señales se hacían más débiles.
Y en nuestra mente se iban grabando unos reflejos.
Lentos, azucarados. Como lomos de libros
en un invernadero. A veces en su vuelo
traían la variación de un mismo tema.
Pero las estaciones pasaron y el lomo de esos patos
quedó como un secreto.
Porque mirarlos también era detenerse,
ver surgir los materiales descentrados
donde una idea del mundo persistía.







Francisco Garamona, Una escuela de la mente, Eloísa Cartonera, 2004