domingo, 15 de noviembre de 2009


Pío y sus hermanos





El pollito Pío era el último de cinco hermanitos. Su mamá era una gallina bataraza de color blanco con pintitas negras. Tenía el pico de color anaranjado y una cresta roja como una frutilla.
Pío vivía con su mamá y sus hermanitos en el gallinero de la granja del señor Félix. En la granja había muchos animales: tres caballos, cuatro vacas, y cinco chanchos. Los caballos dormían en la caballeriza. Las vacas y los terneritos en el corral. Los chanchos en la porqueriza, y las gallinas en el gallinero. Las gallinas dormían en sus nidos con sus pollitos. El gallo dormía arriba del palo más alto, para cuidar que no entrara ninguna comadreja.

Un día, las hojas de los árboles se empezaron a caer, y llegó el invierno. Entonces el Pollito Pío tuvo frío, y quiso más lugar en el nido. Pollito Pío le dijo a su primer hermano:

-Pío, pío, tengo frío.

-Pío, pío, este nido es mío, le respondió él.

Entonces Pío cerró los ojos y empezó a imaginar que era verano, y hacía mucho calor, y había sol y los árboles estaban verdes, y se durmió y no tuvo frío.

Al despertarse, tuvo hambre. Entonces vio que su segundo hermano estaba comiendo maíz, y le dijo:

-Pío, Pío, tengo hambre.

-Pío, pío, este maíz es mío, le respondió su segundo hermano.

Entonces Pío empezó a caminar por el gallinero buscando maíces perdidos, y caminó y caminó hasta que encontró muchos maices chiquititos, y se los comió y ya no tuvo hambre.

Al día siguiente llegó Ana, la hija del señor Félix. Ana era una chica muy buena, usaba una trenza negra muy larga, y un delantal azul, y en la mano derecha tenía un anillo de oro con un brillante. Ana buscó los huevos y los guardó en el bolsillo de su delantal y dejó un plato de agua.

Entonces Pío tuvo sed. Se acercó al plato a tomar agua, pero allí estaba su tercer hermanito, que lo miró y dijo:

-Pío, pío, este plato es mío. Y se tomó todo el agua, y ya no quedó agua.

Pío, que era muy astuto tuvo una idea. Vio que del otro lado del cerco Ana estaba regando las plantas, entonces se puso a saltar, diciendo tengo sed, tengo sed. Saltó y saltó, y Ana lo vió y con la regadera echó una lluvia de agua cerca del gallinero y Pío tomó agua muy fresca y ya no tuvo sed.

A la tarde, Ana vino a ordenar el gallinero. Barrió con una escoba las cuatro esquinas, cambió la paja de los nidos y puso alimento en varios platos. Mientras limpiaba, sin que se diera cuenta, el anillo de oro se cayó al suelo. Pío lo vio, y fue corriendo a buscarlo, pero el cuarto hermano, que estaba muy cerca, lo agarró de la cola y le dijo:

-Pío, pío, este anillo es mío.

Pío, que era muy muy astuto, tuvo un plan. Bostezó y dijo que tenía sueño, y fue al nido a hacer como que dormía la siesta. Pero en realidad no estaba durmiendo, estaba miando con un solo ojo lo que hacía su hermano. Su hermano jugó un rato con el anillo, porque a lo pollitos les gustan mucho las cosas brillantes, y al rato se aburrió, y se durmió. Pío esperó un buen rato, hasta que todos los pollitos y gallinas se durmieron, y fue despacito y le sacó el anillo, y lo escondió entre las plumas de la panza.

Cuando se despertó, buscó el anillo y no lo encontró por ninguna parte. Se sentía un poco raro, y cuando sus hermanos y su madre lo vieron se sorprendieron mucho. Y el primer hermano le dijo:

-Pío, ¿qué te pasa?!! Estás brillante.

-Es porque tengo calor, le respondió Pío.

Y el segundo hermano le dijo:

-Estás de color dorado.

-Es porque comí mucho maíz, el respondió él.

Y el tercer hermano le dijo:

-Tu pancita está redonda.

-Es porque tomé mucha agua, le respondió.

Y el cuarto hermano, que estaba muy enojado le dijo:

-¿Dónde está el anillo? ¡Vos me lo sacaste!

-Yo no fui, respondió Pío, y levantó sus alitas para mostrar que no tenía nada.

Ese día era el cumpleaños de Ana. El señor Félix había invitado a toda la familia a festejar que ella cumplía nueve años.

Voy a necesitar mucha comida para toda la familia, pensó. Entonces mandó a Ana a buscar unos cuantos pollos. No importa que sean chiquitos, traelos igual, le dijo. Y algo más. No vayas a perder el anillo que te regalé. No papá, le respondió Ana, y se fue al gallinero muy triste, pensando que si su papá se enteraba de que había perdido el anillo se iba a enojar.

Por eso, lo primero que hizo Ana fue buscar su anillo en el gallinero, y buscó en una esquina, y buscó en otra, pero no lo encontraba. Pío vio que ella estaba muy triste. Entonces se acercó y empezó a saltar. Y saltó y saltó hasta que de su pancita empezó a salir un tintineo. Ana lo miró fijamente y empezó a escuchar. Clink, clink, clink, hacía la pancita de Pío. Clink, clink, clink. Tanto le llamó la atención a Ana que agarró a Pío de la pancita, y al hacerlo, la alita de Pío se abrió como una cajita y ahí apareció el anillo.

Ana se sintió muy contenta y continuó con su tarea. Sacó una bolsa de arpillera muy grande y metió adentro a los cuatro hermanitos de Pío. Pero a Pío lo dejó aparte, adentro del bolsillo de su delantal, y lo llevó a su cuarto.
Desde entonces Pío vive allá, en la repisa de Ana. Todos los días, cuando Ana va a trabajar al gallinero, se saca el anillo y Pío se queda cuidándolo hasta que ella vuelve.





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