jueves, 24 de diciembre de 2009





Historia de un arbolito de navidad

Que la dueña compró por cincuenta pesos el año pasado, guardó en un estante muy alto en el escritorio, y no lo hizo el 8 de diciembre porque estaba de vacaciones, que quedó guardado, que estaba lleno de polvo, que tenía un pesebre con María y José, el niño, una vaca, una oveja y un camello. Era de papel de post it, el pesebre más humilde del mundo.

El arbolito descansaba adentro de una caja de bombones, descansaba descansaba descansaba. Hasta que un día se despertó y dijo basta. Quiero salir de esta cárcel de papel.

Vamos, les dijo a sus guirnaldas, y las fue empujando. Y una a una a una fueron cayendo del estante al suelo.
El arbolito empujó a las guindas, a las hojas doradas, a los enanitos. Las lucecitas también cayeron y una se rompió.

La dueña se acercó al escritorio y escuchó golpecitos.
-¿Qué es esto? se asombró. Y por venir rápido a ver que caía una lluvia de flores, frutas y luces se patinó con unas guindas y se fue al suelo...

-¿Qué has hecho? le gritaron las lucecitas al árbol.
-La dueña se ha resbalado y está desmayada.

El árbol miraba todo desde muy alto. La pura verdad era que no se animaba a saltar.

-No está desmayada. Está dormida, dijo.
-Tengo una idea, dijo la hoja dorada. Vamos a soplar para que se despierte.

-Llamen al camello!

Pero el camello era de papel, y cuando soplaba, él mismo se volaba.

-Llamen a la oveja para que le haga cosquillas!

Y vino la oveja y lo intentó, pero como era de papel no podía hacer cosquillas.

-Llamen a la vaca para que le haga muuuuuu.

Y vino la vaca pero como era de papel no podía hacer muuuu.


-Llamen a María y a José, para que le digan algo al oído!

Y vinieron María y José, pero como estaban recién despiertos sólo tenían fuerza para bostezar.

-Baja ya de allí arbolito, dijeron las guindas.

_Ya voy, dijo él. Júntense para hacerme un colchón. Y tomando coraje se lanzó por el aire, con tanta mala suerte que cayó arriba de la cabeza de la chica.
Entonces la chica empezó a despertarse.

-¿Qué es todo esto? ¿Qué está pasando? preguntó.
El árbol había rodado por el suelo y se había quebrado una rama.
Estoy roto, y me duele el codo, se lamentaba.

Rápido, hagamos algo ya, dijo la oveja de papel.
La dueña se estaba despertando y veía todo con confusión.

Vengan para acá, súbanse arriba mío, dijo el árbol.
Lucecitas, enchúfense, guindas, salten
Una frutita saltó a una rama, y ayudó a las demás a trepar, y así fueron haciendo una cadena.

Esperen!
Dónde está la estrella?

!Oh, no! Siempre tan coqueta, la estrella se había quedado arriba maquillándose.

Estrellita, estrellita! Baja, que te estamos esperando!!

Pero la estrellita estaba furiosa
-Tanto tiempo dentro de la caja, ahora quiero arreglarme!
¿Dónde están mis brillos! me he opacado

-Baja de una vez, que la dueña se está despertando...

-No puedo, estoy juntando mis brillitos
-Vamos, baja ya de una vez!!!!!!! No tengas miedo!

-Eso sí que no! Allá voy.
Y saltó y cayó, sus cinco patitas daban vueltas por el aire

Allá vooooooooooooooooooy !!!

Y cayó justo en la cima del arbolito, y para que no quedara despeinado el penacho fue acomodando las ramitas y armó un nido donde se sentó, y arreglándose las pestañas se desperezó con sus cinco patitas. Tenía sueño después de haber dormido tanto tiempo. Más de un año hacía...

La dueña miró el árbol, brillante de lucecitas, frutitas y la estrella más brillante que nunca.
Lo miró y lo miró.

-Creo que le falta algo, dijo.

-¿Qué es lo que falta? se inquietaron las frutitas porque ellas podían hablar
sin que la chica los escuchara.
Una fruta le preguntó a la hoja
-Qué es lo que falta?
-Quizás falta un camello.
-No, el camello está.
-Quizás falta la vaca.
-No, la vaca está.
-Y el niño?
-No, el niño también está.
-¡No, no está!
-¿Cómo que no está?
-¡No está!!!
Dónde está el niño?
Dónde están los padres?
-Acá estamos dijeron María y José.
-Llamen a Jesús, Dios mío, este chico!, dijo el árbol.

Jesús se había quedado arriba del estante.
Entonces la chica agarró la escalera y fue a mirar en la caja de bombones. La abrió, y allí estaba, durmiendo el niño. Acá está...
Lo agarró y lo puso en el pesebre. Era el pesebre más simple del mundo, pero no podía faltar ninguna parte.



Inés Acevedo, Dic. 2009