domingo, 29 de noviembre de 2009





43

Los sapos surgen de la nada,
de la inexplorada nada,
que, sin tener nada,
echa sobre la tierra tantas cosas.
Pero, los sapos tienen toda la gracia,
su piel es fría, su piel es tibia,
los colores se mezclan inexorablemente,
van del gris, al verde, al azul, al negro,
a veces, hacia un celeste casi infinito,
o la espalda es anaranjada y moteada
como el curvo lomo de un hongo.
Tienen la lengua, larga como una víbora,
pero, se comen a los hijos de la mariposa
y a los huevos de la víbora.
A veces, un capullo amarillo
se les agarra de la espalda,
como una pequeña jazmina.
Viven bajo las hojas amparadoras
de los malvones y los paraguas,
por las calles donde las niñas
regresan de la escuela
bajo las siete lluvias del iris.
Cuando llamé vino uno solo,
todo gris,
plateado y bordado
como un mapa,
en la frente traía una patente,
un brillante,
éste venía con una perla,
cruzó la casa,
subió a la cama, saltó a la mesa,
escuchó las conversaciones de las tías y de las abuelas,
que, siempre, hablan al revés,
o cambiando una sílaba,
y vio otras cosas raras
que sólo sucedían en esta casa.
Pero, se fue,
desde nuestros ojos,
saltó otra vez, a la encantada lluvia,
que dibujaba cosas absurdas,
liebres y madonas en la pared.


Marosa di Giorgio, Los Papeles Salvajes. Buenos Aires, Adriana Hidalgo, 2008, pág. 201-202

miércoles, 25 de noviembre de 2009

y arriba de la vitrina...los sombreros











(Click sobre la imagen para ampliar)


Anna Ben Yûsuf, The Art of Millinery. El arte de la sombrerería, (1909).

domingo, 22 de noviembre de 2009





22 de enero- la suma de nuestros vacíos-

en febrero

quizás

en marzo

la mujer del capullo invisible

va a parir

un niño blanco

sin alas

sin ojos

sin pies.


27 de enero –anemofílica-

en el ramillete

de la milenrama

como en un harén

las minúsculas flores rosas

o blancas, somos

todas

inseminadas por el viento.


Guadalupe Muro, ¿con quién dormías? Editorial Huesos de Jibia, 2007.

miércoles, 18 de noviembre de 2009

Azúcar!






Nombrar / signar / cifrar: el designio inmaculado:

su blancura impoluta: su blanco secreto: su reverso blanco.

La página signada con el número de nadie:

el número o el nombre de cualquiera: (LA ANONIMIA

no nombrada).

El proyecto imposible: la compaginación de la blancura.

La lectura de unos signos diseminados en páginas dispersas.

(La Página en Blanco): La Escritura Anónima y Plural:

El Demonio de la Analogía: su dominio:

La lectura de un signo entre unos cisnes o a la inversa


El Cisne Troquelado (El Encuentro) de Juan Luis Martínez


domingo, 15 de noviembre de 2009


Pío y sus hermanos





El pollito Pío era el último de cinco hermanitos. Su mamá era una gallina bataraza de color blanco con pintitas negras. Tenía el pico de color anaranjado y una cresta roja como una frutilla.
Pío vivía con su mamá y sus hermanitos en el gallinero de la granja del señor Félix. En la granja había muchos animales: tres caballos, cuatro vacas, y cinco chanchos. Los caballos dormían en la caballeriza. Las vacas y los terneritos en el corral. Los chanchos en la porqueriza, y las gallinas en el gallinero. Las gallinas dormían en sus nidos con sus pollitos. El gallo dormía arriba del palo más alto, para cuidar que no entrara ninguna comadreja.

Un día, las hojas de los árboles se empezaron a caer, y llegó el invierno. Entonces el Pollito Pío tuvo frío, y quiso más lugar en el nido. Pollito Pío le dijo a su primer hermano:

-Pío, pío, tengo frío.

-Pío, pío, este nido es mío, le respondió él.

Entonces Pío cerró los ojos y empezó a imaginar que era verano, y hacía mucho calor, y había sol y los árboles estaban verdes, y se durmió y no tuvo frío.

Al despertarse, tuvo hambre. Entonces vio que su segundo hermano estaba comiendo maíz, y le dijo:

-Pío, Pío, tengo hambre.

-Pío, pío, este maíz es mío, le respondió su segundo hermano.

Entonces Pío empezó a caminar por el gallinero buscando maíces perdidos, y caminó y caminó hasta que encontró muchos maices chiquititos, y se los comió y ya no tuvo hambre.

Al día siguiente llegó Ana, la hija del señor Félix. Ana era una chica muy buena, usaba una trenza negra muy larga, y un delantal azul, y en la mano derecha tenía un anillo de oro con un brillante. Ana buscó los huevos y los guardó en el bolsillo de su delantal y dejó un plato de agua.

Entonces Pío tuvo sed. Se acercó al plato a tomar agua, pero allí estaba su tercer hermanito, que lo miró y dijo:

-Pío, pío, este plato es mío. Y se tomó todo el agua, y ya no quedó agua.

Pío, que era muy astuto tuvo una idea. Vio que del otro lado del cerco Ana estaba regando las plantas, entonces se puso a saltar, diciendo tengo sed, tengo sed. Saltó y saltó, y Ana lo vió y con la regadera echó una lluvia de agua cerca del gallinero y Pío tomó agua muy fresca y ya no tuvo sed.

A la tarde, Ana vino a ordenar el gallinero. Barrió con una escoba las cuatro esquinas, cambió la paja de los nidos y puso alimento en varios platos. Mientras limpiaba, sin que se diera cuenta, el anillo de oro se cayó al suelo. Pío lo vio, y fue corriendo a buscarlo, pero el cuarto hermano, que estaba muy cerca, lo agarró de la cola y le dijo:

-Pío, pío, este anillo es mío.

Pío, que era muy muy astuto, tuvo un plan. Bostezó y dijo que tenía sueño, y fue al nido a hacer como que dormía la siesta. Pero en realidad no estaba durmiendo, estaba miando con un solo ojo lo que hacía su hermano. Su hermano jugó un rato con el anillo, porque a lo pollitos les gustan mucho las cosas brillantes, y al rato se aburrió, y se durmió. Pío esperó un buen rato, hasta que todos los pollitos y gallinas se durmieron, y fue despacito y le sacó el anillo, y lo escondió entre las plumas de la panza.

Cuando se despertó, buscó el anillo y no lo encontró por ninguna parte. Se sentía un poco raro, y cuando sus hermanos y su madre lo vieron se sorprendieron mucho. Y el primer hermano le dijo:

-Pío, ¿qué te pasa?!! Estás brillante.

-Es porque tengo calor, le respondió Pío.

Y el segundo hermano le dijo:

-Estás de color dorado.

-Es porque comí mucho maíz, el respondió él.

Y el tercer hermano le dijo:

-Tu pancita está redonda.

-Es porque tomé mucha agua, le respondió.

Y el cuarto hermano, que estaba muy enojado le dijo:

-¿Dónde está el anillo? ¡Vos me lo sacaste!

-Yo no fui, respondió Pío, y levantó sus alitas para mostrar que no tenía nada.

Ese día era el cumpleaños de Ana. El señor Félix había invitado a toda la familia a festejar que ella cumplía nueve años.

Voy a necesitar mucha comida para toda la familia, pensó. Entonces mandó a Ana a buscar unos cuantos pollos. No importa que sean chiquitos, traelos igual, le dijo. Y algo más. No vayas a perder el anillo que te regalé. No papá, le respondió Ana, y se fue al gallinero muy triste, pensando que si su papá se enteraba de que había perdido el anillo se iba a enojar.

Por eso, lo primero que hizo Ana fue buscar su anillo en el gallinero, y buscó en una esquina, y buscó en otra, pero no lo encontraba. Pío vio que ella estaba muy triste. Entonces se acercó y empezó a saltar. Y saltó y saltó hasta que de su pancita empezó a salir un tintineo. Ana lo miró fijamente y empezó a escuchar. Clink, clink, clink, hacía la pancita de Pío. Clink, clink, clink. Tanto le llamó la atención a Ana que agarró a Pío de la pancita, y al hacerlo, la alita de Pío se abrió como una cajita y ahí apareció el anillo.

Ana se sintió muy contenta y continuó con su tarea. Sacó una bolsa de arpillera muy grande y metió adentro a los cuatro hermanitos de Pío. Pero a Pío lo dejó aparte, adentro del bolsillo de su delantal, y lo llevó a su cuarto.
Desde entonces Pío vive allá, en la repisa de Ana. Todos los días, cuando Ana va a trabajar al gallinero, se saca el anillo y Pío se queda cuidándolo hasta que ella vuelve.





Envío especial de Inés Acevedo para Inventario. Gracias!

miércoles, 11 de noviembre de 2009




(( y comentarios para Té ))

I

Baja la colina

despacio

cuidadoso.

El peso lo lentifica y las rodillas

le duelen,

pero baja

como siempre desde que tiene memoria.

Vende té.

Carga su bolsa sobre la espalda,

la sujeta con una cinta que sostiene en la frente

y de a ratos se ayuda con las manos,

como si llevara un chico a caballito.


Lo acompaña un perro

color negro y café,

que come cuando sobra en la casa

lo que hay en la casa

sino sale al bosque y atrapa algún animal.





V

Con la lluvia el hombre siente subir el aroma

que invade la casa.

Él no toma té, porque es su olor,

Es el color de sus manos.

Le duele la espalda del té

la frente se llena de gotas cuando baja la colina,

y también cuando sube después

con la bolsa vacía y algo de plata en los bolsillos.

Toda su ropa

es de té.


Texto: Melissa Bendersky

Selección de Té (( y comentarios para Té ))

domingo, 8 de noviembre de 2009


A bordo del Giulio Cesare, enero 13 de 1925.

... A menudo me ha encontrado usted nostálgico. No era tanto por la India como por una perturbable realidad dentro de mí en la que puedo encontrar mi libertad interior. Esa realidad se ocurece totalmente cuando por una razón u otra mi atención se dirige demasiado constantemente hacia mi propia persona. Mi verdadero hogar esta allí donde me llega de cuanto me rodea un llamado que me exige lo mejor que poseo, pues eso inevitablemente me pone en contacto con lo universal. Mi mente ha de tener un nido donde la voz del cielo pueda bajar libremente, el cielo que no ofrece más atracción que la luz y la libertad. En cuanto hay la menor señal de que el nido se está trasformando en celoso rival del cielo mi mente, como un ave migratoria, trata de emprender su vuelo hacia distantes playas.







Uttarayan, Santiniketan, Bengala, 1939.

...Hay algunas experiencias que son como islas desprendidas del continente de la vida inmediata; sus mapas quedan siempre vagamente descifrados. Y mi episodio argentino es una de ellas. Posiblemente sepa usted que el recuerdo de aquellos días de sol y tiernos cuidados ha sido circundado por algunos de mis versos - los mejores en su género. Los fugitivos han sido capturados y permanecerán cautivos, estoy seguro, aunque no visitados por usted, separados por un idioma extranjero.

Con entrañable cariño,

Rabindranath Tagore


Pasajes de cartas de Tagore a Victoria Ocampo en: Rabindranath Tagore, Canto del Sol Poniente. Traducción de Alberto Girri, Buenos Aires, 1961. Libro obsequio de la Revista Sur.

miércoles, 4 de noviembre de 2009

tres tres tes



lunes, 2 de noviembre de 2009

Hola gatita






Escribir poesía es estar donde vos no estás.

Es no estar haciendo lo que desearía hacer.

Tal vez algún día,

Esta poesía esté donde yo no.

Y yo esté sentada en otro lado

donde sí quería estar cuando la escribo.

Estoy haciendo todo lo que no quiero

pero es la manera de estar lo más cerca de lo que quiero.

Es así,

el arte nunca está donde yo quiero estar.

Cuando estoy donde quiero

él está lejos,

guardado.




poema Fernanda Laguna


objeto: Lata traída de China. Cuando se le sacan las tapas y se la riega, parece que crece una planta y en una hoja hay un mensaje escrito en chino que dice: feliz cumpleaños! (por ahora esta en la vitrina).